sábado, 27 de agosto de 2011

Filosofía, ¿para qué?

Guillermo Hurtado • Doctor en Filosofía por la Universidad de Oxford. Director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.
 Fuente: Milenio

La reciente Reforma Integral de la Educación Media Superior ha eliminado el área de humanidades y, con ella, materias como Ética y Lógica en uno de los momentos más delicados en la vida de la nación, cuando se vive una profunda crisis de valores y se trivializa el conocimiento. Ante este panorama, tres destacados filósofos mexicanos cuestionan en estas páginas la absurda decisión de los técnicos y políticos de la SEP. 

Un horizonte de preguntas y respuestas

 

No es un secreto para nadie: la educación media superior pasa por una crisis. Los jóvenes salen del bachillerato con lagunas enormes: no entienden lo que leen, son incapaces de realizar operaciones matemáticas, mascullan el inglés, no utilizan la computadora, etcétera. Ante este escenario, ¿por qué insistir en que se enseñe filosofía en el bachillerato? ¿No sería mejor para los jóvenes que en vez estudiar filosofía o historia o literatura, dedicaran más tiempo a reforzar sus pobres conocimientos en español, matemáticas, inglés y computación?
El razonamiento anterior parte de la premisa de que cuando el barco se hunde hay que tirar por la borda lo menos importante y preservar lo más útil o lo más valioso. Pero aunque aceptemos que el barco hace agua, suponer que la filosofía y, en general, las humanidades, son el lastre de la educación no sólo es erróneo sino peligroso para el futuro del país.
Cuando la filosofía se enseña de manera adecuada —reconozco que no siempre es así— es una disciplina de enorme utilidad en el nivel bachillerato. La filosofía ofrece una disciplina de pensamiento que se puede aplicar dentro de todos los campos de la existencia. Un adolescente que estudia lógica, ética y estética en el bachillerato tiene abierto ante sí un horizonte de preguntas y respuestas acerca de su vida que pueden hacerlo una mejor persona, es decir, un mejor hijo, un mejor amigo, un mejor trabajador, un mejor ciudadano. Es cierto que no hay garantía alguna de que estudiar ética haga a las personas más buenas o de que estudiar lógica les dé más claridad, pero si el estudiante tiene la voluntad de ser más riguroso, más comprensivo, más solidario, más crítico, entonces la filosofía puede servirle para lograr este propósito o, por lo menos, para hacerlo suyo.
Pero si siempre es bueno estudiar filosofía, parece que hoy en día lo es todavía más en México. El país padece una crisis de sentido de su existencia colectiva. Estamos desorientados, no confiamos en nosotros mismos, hemos olvidado nuestros valores. Ahora más que nunca los mexicanos tenemos que reflexionar acerca de la vida que llevamos y de la que queremos llevar. Como se sabe, esta ha sido una tarea de la filosofía a lo largo de su historia. No se trata de formar una comisión de filosofía en el Congreso o de que en los fines de semana nos juntemos en las plazas a filosofar —aunque quizá no sean tan malas ideas—. Pero si los mexicanos tuviéramos una formación homogénea en los modos de la reflexión filosófica, ello seguramente ayudaría a que entre todos pudiéramos discutir mejor, de manera más correcta y virtuosa, acerca de los temas más apremiantes de nuestra democracia.
Detrás de la discusión acerca de la conveniencia de la enseñanza de la filosofía en el bachillerato está la discusión más general acerca de la finalidad de la escuela. ¿Se trata de un lugar para instruir a los jóvenes para que puedan cumplir con ciertas tareas que se espera de ellos? O, además de lo anterior, la escuela debe formar a los jóvenes para que sean personas con ciertas características? Puesto en pocas palabras: ¿queremos formar o sólo queremos instruir?
La tradición educativa mexicana que se remonta al magisterio de José Vasconcelos nunca se limitó a instruir, sino que siempre buscó formar. Es por eso que en los planes de estudio siempre se incluyó a la filosofía, a la literatura a la historia. Esa es esa tradición que, me temo, estamos perdiendo. Se nos ha querido imponer una concepción distinta de la educación. Un modelo, basado en la noción laboral de competencia, que privilegia el desempeño en contextos laborales por encima de la realización plena del individuo en todos los campos de su vida. Se supone que con este modelo de educación la economía del país va a mejorar, que seremos más competitivos como nación. Pero el bachillerato mexicano tiene que tener más ambiciones que formar futuros empleados de Wal-mart. Lo que esperamos de los jóvenes que egresan de nuestras escuelas es lo que esperamos de México. La filosofía no es una cereza del pastel de la educación media superior, es decir, no es algo que se pueda quitar sin que pase nada grave, sino que es parte de la harina del pastel, es parte esencial de lo que debe incluir una educación de altura como la que merecemos los mexicanos.
La SEP está obligada a cumplir el Acuerdo Secretarial 488 publicado en el Diario Oficial de la Federación el 23 de junio de 2009 en el que reconoció el error gravísimo, escandaloso, que había cometido al eliminar de un plumazo el área de humanidades de la educación media superior. Está obligada a que la filosofía se enseñe dentro asignaturas específicas que se ocupen ex profeso de inculcar la competencias disciplinarias de filosofía. Es decir, la filosofía tiene que enseñarse en asignaturas tradicionales de filosofía (como Lógica o Ética), no dentro de otras asignaturas, como si fuese una competencia transversal.
Si la SEP no cumple con el acuerdo 488, la sociedad mexicana tendrá todo el derecho de exigirle que lo haga de inmediato. Lo que está en juego es algo demasiado importante: la educación de nuestros hijos, es decir, el futuro del país. 

Pensamiento crítico, diálogo y tolerancia

Carmen Trueba Atienza • Departamento de Filosofía UAM-I
Fuente: Milenio
 
La filosofía no es ni ha sido nunca un museo de ideas. Es una práctica racional viva que busca, a través del diálogo y del análisis de los argumentos, la comprensión de asuntos que nos atañen a todos los seres humanos y que merecen una atención especial: ¿Qué vida merece ser vivida? ¿Qué es la justicia? ¿Es posible distinguir lo verdadero de lo falso? ¿Cuál sería una buena razón para aceptar ciertas opiniones como válidas?, por mencionar sólo algunas de las preguntas que ocupan todavía el centro de la reflexión filosófica y que deberían seguir formando parte de los programas educativos. La filosofía enseña a pensar, a argumentar y a sopesar razones, evitando con ello los fanatismos de cualquier signo y nos ofrece el camino del diálogo como una alternativa para comprender la realidad y para convivir en sociedad.
La filosofía invita a vivir de manera inteligente y racional, a escuchar las razones del otro, a exponer nuestras discrepancias de manera racional y a buscar soluciones no violentas a los problemas que nos aquejan. Es por ello que no podemos permitir que la filosofía sea eliminada de los programas educativos. La enseñanza de la filosofía en el nivel bachillerato abre espacios para que los jóvenes se planteen un conjunto de problemas fundamentales y mediten en ellos de manera abierta y libre, ejerciendo la capacidad de diálogo y desarrollando sus habilidades argumentativas. Las escuelas deben formar una juventud capaz de construir una sociedad más justa y menos violenta, capaz de convivir de manera civilizada y respetuosa de los derechos humanos.
La clase de educación que le ofrecemos hoy a los jóvenes, determinará la vida en sociedad que tendremos los mexicanos en el futuro. Necesitamos jóvenes que aprendan a dialogar y a defender sus ideas a través de los argumentos, así como a enriquecer su percepción de los problemas.
La enseñanza de las disciplinas filosóficas proporciona conocimientos sumamente necesarios y útiles para el desarrollo del razonamiento y la argumentación, y el pensamiento crítico, y esto es algo valioso en sí mismo y útil para todos los campos de la vida y del conocimiento. Sin embargo, hay quienes piensan que la filosofía no debería tener cabida en ciertos subsistemas porque juzgan que no es pertinente que forme parte de las asignaturas básicas de los bachilleratos técnicos. Pero hay que recordar que las escuelas no sólo representan espacios donde se forman futuros profesionistas, técnicos y trabajadores, sino también, los futuros ciudadanos de nuestro país, y el acceso a una educación integral que desarrolle las capacidades de todos los ciudadanos, por igual, no es un lujo, es un derecho de los jóvenes mexicanos.
Uno de los fines más propios de la educación y, en especial, de la educación media superior, debe ser mantener vivo el conocimiento y el deseo de conocer. Cada subsistema del nivel medio superior requiere programas debidamente diseñados por especialistas que proporcionen una educación verdaderamente integral y que respete el derecho de los jóvenes a desarrollar sus capacidades de manera plena y que estimule su interés por todos los campos del saber. Sería lamentable que millones de jóvenes egresados de bachilleratos técnicos se vieran privados de la oportunidad de adquirir una formación humanística y vieran su vida y sus intereses reducidos por causa de un sistema educativo pobre, unilateral e inequitativo. Una enseñanza puramente técnica impediría que un amplio sector de jóvenes de este país desarrollara de manera cabal sus habilidades para analizar, plantear y debatir cuestiones de interés público, o para entender los debates públicos sobre cuestiones sumamente importantes para la vida social, y para deliberar y para tomar decisiones responsables que afectarán sus propias oportunidades profesionales y la calidad de vida no sólo individual, sino colectiva.
Las disciplinas filosóficas desarrollan las habilidades del pensamiento abstracto y para la clarificación de conceptos e ideas; al igual que las habilidades para analizar y sopesar las distintas creencias, opiniones y los juicios de las personas. La Ética, por ejemplo, enfrenta a los jóvenes estudiantes a diferentes nociones de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y de lo que sería una vida buena o una vida feliz, y los prepara para comprender diferentes posiciones, para compararlas y evaluarlas entre sí de una manera racional.
La formación filosófica prepara para una genuina cultura de la tolerancia y de respeto a la diversidad y la equidad. Si queremos transitar hacia la democracia y fortalecerla, es necesario proporcionar a los jóvenes una formación humanística vigorosa, que desarrolle todas sus capacidades y les brinde a todos los jóvenes bachilleres de nuestro país la posibilidad de convertirse en los ciudadanos que todos desearíamos ser y tener el día de mañana. Estamos a tiempo de impedir que las humanidades y la filosofía sean expulsadas por completo de los programas de bachillerato de muchos subsistemas, de rescatar y fortalecer la educación humanística de los mexicanos y, con ello, evitar que la crisis social que nos agobia se agudice más. Por eso, quisiera terminar esta breve nota con el verso de Machado: “Hoy es siempre todavía…” 

Atentado contra la cultura

Gabriel Vargas Lozano • Profesor-investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I y coordinador del Observatorio Filosófico de México
Fuente: Milenio 
¿Qué significa que el gobierno, a través de su Secretaría de Educación Pública, elimine toda el Área de humanidades y dentro de ellas las materias filosóficas en una reforma educativa, como la que inició en 2008 en la educación media superior? La primera respuesta, en caso de ser cierta, sería grave: que los gobernantes ignoren el importante papel de las humanidades en la educación; la segunda sería deplorable: que lo hubieran hecho para trasladar, en forma mecánica, las directivas de la OCDE, entre cuyos miembros nos disputamos el último lugar en calidad educativa con Turquía; pero la tercera sería peor, ya que conscientemente habrían decidido formar a un individuo limitado, sin una idea de la sociedad en que vive y sin recursos mentales suficientes para enfrentar una sociedad y un mundo en crisis. Pero además, si examinamos el papel que tienen las disciplinas humanísticas en la formación del joven estudiante podemos concluir que quieren privar a los estudiantes de una base necesaria para ser realmente competentes en sus actividades. Ejemplos concretos de esto son: han fragmentado el estudio de la historia al grado de que los estudiantes no tendrán una idea de su evolución mundial; la literatura, en lugar de darle la importancia que merece como una forma imaginativa que permite entender la naturaleza humana, ha sido enviada al área de comunicación con inglés y computación lo cual es una aberración. Las disciplinas filosóficas no sólo han sido enviadas a cumplir un papel transversal sino que las han diluido en lo que llaman “competencias”. Así, en lugar de mantenerlas en su integridad para poder estudiarlas adecuadamente, las convierten en un poco de sal y pimienta de otras disciplinas. Por ejemplo, se elimina la materia de Ética como integral y obligatoria en un momento en que atravesamos una crisis de valores profunda y en que la juventud se encuentra desorientada ante la dramática situación por la que atravesamos debido al narcotráfico; se elimina la Lógica que sería la única materia en donde el estudiante puede aprehender formas de razonamiento correcto frente a las formas erróneas y falaces; se elimina la Estética que es el estudio de una de las dimensiones propiamente humanas a través de la pintura, la música, la arquitectura, la literatura o la propia experiencia de lo bello, lo feo, lo sublime, lo monstruoso o lo grotesco y, finalmente, se elimina la Introducción a la filosofía, que permite que el estudiante comprenda, por ejemplo, el papel que han jugado los filósofos en el avance de la sociedad por su carácter crítico; por sus propuestas sobre la forma de desarrollar una sociedad mejor y en la introducción en la vida pública del ejercicio de la razón frente al dogmatismo y el autoritarismo. Los técnicos y los políticos de la SEP han llevado a cabo un verdadero atentado en contra de la cultura y la formación integral de millones de estudiantes y no han entendido que la educación humanística convierte al individuo (o debería convertirlo) en una persona más capaz y eficiente en cualquiera de los oficios y profesiones que desarrolle. Necesitamos técnicos, en efecto, pero no sin una formación humanística.
Pero esto no es todo. A raíz del movimiento que llevó a cabo el “Observatorio Filosófico de México” en 2009 y que culminó con un aparente retroceso autocrítico del gobierno, al firmar el Acuerdo 488 que los obligaba a incorporar de nuevo el Área de humanidades y las materias filosóficas, las autoridades educativas dieron marcha atrás y dijeron que no podían cumplir sus promesas avaladas por todas las autoridades educativas del país reunidas el 22 de mayo de 2009 y publicadas en el Diario Oficial de la Federación, el 23 de junio de ese mismo año. Por tanto, nos encontramos con un incumplimiento por parte del gobierno de sus propias disposiciones ya que estas son, para ellos y como dicen los españoles “aguas de borrajas”. Es decir, aguas de borrajas en que han convertido a la educación de los jóvenes en el nivel medio superior. En otras palabras, o bien, rectificaron y luego se arrepintieron o bien firmaron un acuerdo que no tenían la más mínima intención de cumplir y que sólo lo hicieron para acallar un movimiento que se manifestaba como un molesto tábano de Sócrates, en aquel momento crítico para el país. Mientras todo esto ha ocurrido, hay algo que me ha sorprendido de manera muy alentadora: no sólo muchos de los más destacados científicos, filósofos, profesores e investigadores de este país están a favor de las humanidades (véase el desplegado que se publicó el 8 de agosto en www.ofmx.com.mx) sino también muchos jóvenes que ya están hartos de tanta corrupción, tanta ignorancia y tanta injusticia que prevalece en nuestro país.



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