Gabriel Vargas Lozano
El pasado 20 de noviembre se cumplieron siete años desde que la UNESCO, a iniciativa de la Federación Mundial de Sociedades de Filosofía (FISP) aprobó la celebración de un día destinado a la reflexión en torno a la importancia y significado de la filosofía. El día elegido, el tercer jueves de todos los meses de noviembre, coincide con el día en que probablemente nació Sócrates, hace 2 mil 477 años. Como se sabe, Sócrates fue el primer mártir de la filosofía.
En la actualidad, la filosofía se ha vuelto una reflexión más necesaria que nunca debido a las graves y profundas interrogantes que emergen de un tipo de desarrollo científico-técnico; de las profundas desigualdades sociales; de la crisis de los sistemas ecológicos y de las complejas expresiones de un cambio histórico que se ha dado en llamar, a falta de un mejor nombre, postmodernidad o transmodernidad.
A lo largo de su historia, la filosofía ha cumplido diversas funciones; sin embargo, las que me interesa destacar son, por un lado, su papel de crítica social profunda y por otro, el de prefiguradora de los cambios futuros. Un ejemplo evidente lo tenemos en la Ilustración francesa, en la cual los philosophes, al tiempo en que criticaban el absolutismo, proponían las instituciones de la modernidad (Rousseau, la democracia; Voltaire, la separación Iglesia-Estado; Montesquieu, la tripartición del poder; Diderot y D'Alembert, la Enciclopedia, entre otros).
En cierto modo seguimos viviendo ese imaginario y nos encontramos en la búsqueda de uno que pudiera sustituirlo. Y ya no deseo nombrar las aportaciones de Kant, Hegel, Marx, Nietzsche, y en el siglo XX, de Russell, Sartre, Wittgenstein o Chomsky, entre tantos otros.
En nuestro país existe una grave incomprensión sobre el significado y función de la filosofía. Las reflexiones en torno a la comunidad filosófica nacional parecen no interesar a nadie. Su repercusión en los medios culturales es escasa. Los canales culturales de televisión del Estado (22 y 11) no le otorgan ningún espacio. Se organizan una gran cantidad de conferencias, coloquios y congresos nacionales e internacionales pero poco interesa lo planteado en ellos. Se producen mas de veinte (¡veinte!) revistas filosóficas en el país y, al parecer, poco se leen. Además, desde hace años, el gobierno ha dejado de estar interesado en el desarrollo de la filosofía: Conaculta no otorga ningún apoyo y no existen concursos de temas filosóficos, seguramente porque sus directores consideran que la filosofía no pertenece a la esfera de la cultura. A las secretarías de cultura de los estados, empezando por la del DF, les tiene sin cuidado el impulso de la filosofía entre los ciudadanos. De igual forma, en estos años, las materias filosóficas han sido suprimidas o reducidas al mínimo en los planes de estudio del CCH o El Colegio de Bachilleres y, obviamente, no está contemplada en la reforma que en la actualidad está llevando a cabo el Gobierno Federal, en la enseñanza media superior, misma que pretende preparar a los individuos en “competencias y habilidades”, es decir “inglés y computación”. Por otro lado, ya no se han fundado Facultades de Filosofía en el país (este tipo de instituciones no existen en el sur de México) y, salvo algunas de la capital, las demás sólo cuentan con recursos mínimos para subsistir. En otras palabras, la filosofía dejó de ser el centro rector de la Universidad y ahora se le mantiene como parte de la decoración. ¿Cuáles son las razones de este grave hecho?
La respuesta, a mi juicio, tiene dos vertientes: la primera está conformada por la tendencia del actual modelo de acumulación del capitalismo, que no sólo ha llevado al límite la cosificación de las relaciones humanas sino que ha buscado, mediante la utilización de las nuevas tecnologías, la exacerbación de lo que Karel Kosik llamaba “el mundo de la pseudoconcreción”. Es por ello que trata de eliminar en “el consumidor” (mercantil o político) todo pensamiento reflexivo para profundizar en los procesos de enajenación que sean útiles en la mercantilización y en la manipulación política de los ciudadanos. En esta misma dirección, un capitalismo subdesarrollado como es el nuestro, sólo se dedica a reproducir lo creado en los grandes países desarrollados. Es por ello que el pensamiento filosófico crítico (porque también lo hay acrítico) tiende a ser excluido. Quienes dirigen la educación en el país no entienden (y ¡ojo! ésta sería una tesis a su favor) que la filosofía posee una serie de disciplinas como la lógica, la ética, la estética, la filosofía de la política, la filosofía de la cultura, que podrían contribuir activa y creativamente al desempeño competente de cualquier actividad.
Existe también otra respuesta a la actual situación de marginalidad y cerco de la filosofía. Nuestra comunidad filosófica en tanto comunidad ha hecho muy poco por hacer valer a la filosofía en el espacio público. Lo más notable ha sido un excelente texto que se hizo llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación , redactado por investigadores del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y apoyado por muchos de nosotros en contra de la penalización del aborto. Seguramente, dicho texto coadyuvó en la decisión de los ministros para avalar las reformas hechas por la Asamblea del DF, así como en la labor exitosa de salvamento de un programa de radio semanal que el Gobierno del Estado de Jalisco pretendía eliminar mediante diversos pretextos. Más allá de esto, la comunidad filosófica no ha realizado un esfuerzo de divulgación similar al que realiza la Academia Mexicana de la Ciencia para la defensa y comprensión pública de ésta.
Además, tanto la comunidad filosófica como la sociedad misma deberían adoptar la propuesta que hace la UNESCO, a través del libro colectivo Philosophy: school of freedom [Filosofía: escuela de libertad], en donde se sostiene, entre otras cosas, lo siguiente:
1. La filosofía no es para una élite complacida en su torre de marfil. La filosofía es un beneficio público que debe ser enseñada a los niños, los adolescentes y los adultos; en las universidades, en el espacio público y en el ámbito privado.
2. La filosofía, como hemos escrito, tiene los instrumentos idóneos para formar a un ciudadano preparado y organizado mentalmente.
3. La filosofía contribuye al conocimiento de los grandes problemas de la humanidad.
4. La filosofía contribuye a construir lo que nos falta en México: una auténtica democracia, debido a que fomenta el diálogo racional y la constitución de la ciudadanía.
Agregaría que una filosofía diurna, es decir, consciente del mundo en que vivimos, orienta a los individuos en la existencia. Hoy padecemos una enorme crisis de valores, y si la enseñanza de la filosofía todavía es mejor, contribuye a la construcción de las instituciones del futuro.
La filosofía en México, desde el pensamiento pre-hispánico hasta nuestros días, ha formado parte del debate por la conformación de la sociedad mexicana. Diría más: no puede comprenderse en forma cabal del desarrollo de nuestra historia sin una reflexión sobre la contribución de la filosofía. En contraste, ésta ha desaparecido de las carreras de historia, y es importante recordar que no pueden entenderse los procesos políticos actuales sin una filosofía moral y política. Tampoco pueden entenderse las consecuencias del desarrollo de las ciencias de la vida sin una reflexión procedente de la bioética. Por todo eso es muy extraño que la filosofía brille por su ausencia en un país que, como el nuestro, se halla hundido en la crisis económica, política, moral e ideológica.
Gabriel Vargas Lozano, ex presidente de la Asociación Filosófica de México,
es profesor-investigador del Departamento de filosofía de la UAM-I .
es profesor-investigador del Departamento de filosofía de la UAM-I .
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