Lucía Agraz*
Fuente: La Jornada Morelos
En la crisis global actual que ha provocado el capitalismo agresivo, Latinoamérica enfrenta problemas no sólo económicos y político, sino sociales, uno de ellos se encuentra en la esfera de la educación con las reformas educativas neoliberales que ven a la escuela como una fábrica y a los niños y jóvenes como productos en serie al servicio de los caprichos del mercado y los dueños del capital. Estas reformas, como la que se gestó en este sexenio en México, la Reforma Integral a la Educación Media Superior (RIEMS), giran en torno a una visión empresarial de la educación eliminando del currículum las materias de humanidades, como la filosofía, e imponiendo un currículum oculto que permite la perpetuación de las desigualdades sociales y de la obediencia. La formación de personas íntegras que colaboren en la integración latinoamericana es un objetivo a alcanzar en un plan educativo que integre la filosofía como germen del pensamiento crítico sobre la problemática socio-política del neoliberalismo y la crisis económica del capitalismo. La filosofía por sí misma es revolucionaria si tiene una la función de educar para la libertad, entonces se convierte en una rama de la Humanidades Populares. Una escuela con esta visión podrá decir que ha cumplido con la tarea pendiente de emancipación de los pueblos Latinoamericanos del neo-colonianismo en el que los tienen sometidos los países desarrollados que los empobrecen. Sin embargo, ocurre todo lo contrario, los nuevos planes de estudio y reformas educativas que se han aceptado sin chistar en el continente han eliminado las materias de humanidades, en específico a la filosofía e impregnado una esencia de fábrica para la escuela.
La tendencia que describimos es parte de una reforma neoliberal proveniente del plan Bolonia y el Proyecto Tuning para América Latina, frente a los cuáles se ha protestado, incluso en sus países de diseño con la consigna “Sin filosofía, la escuela se vacía”. Estos planes buscan eliminar el pensamiento crítico en la juventud y provocar una inserción inmediata al campo laboral en general y en específico para que los habitantes del denominado “Tercer Mundo” sigan entregando sus recursos naturales y sus vidas a los países del norte. Este proceso responde a una visión tecnócrata y capitalista de la educación que no ve en los jóvenes más que una fuerza laboral, por lo que ahora se dice “educaremos por competencias”. Terrible error el que se está cometiendo para mantener un régimen de explotación y fomentar un culto ciego a la técnica, incluso a la ciencia para obtener progreso y oponerlo a cualquier intento de lucha social o de protección al ambiente. Esta idea de mercantilizar todo, hasta a la educación y hacer del capital, el centro de todo estímulo, provoca una marginación ajena a la solidaridad.
Tras la reflexión anterior se requiere emprender una tarea esencial en América Latina, esta es, redefinir el concepto de “Nuestra América” y otro modelo educativo que sea humano, que encuentre un equilibrio entre lo tecnocientífico y la racionalidad, que forme en la resistencia a personas capaces de una transformación económica, política y social regional.
Uno de los esfuerzos de transformación se está gestando desde el sur, a través de la encomiable tarea que realizan desde Chile jóvenes conectados con sus pares en los demás pueblos americanos, es la Academia Libre y Popular Latinoamericana de Humanidades, coordinada por Ismael Cáceres, en donde se desarrollan diversos proyectos que podríamos llamar “Universidad del Pueblo”, ya que se realizan diversas actividades, entre ellas, la publicación de libros y revistas en los que participan instituciones y autores a lo largo de Latinoamérica. Uno de estos proyectos es el libro Identidad ¿Latinoaméricana?, disponible gratuitamente en http://academialibre.wix.com/humanidades#!descargar en donde podemos encontrar el desarrollo completo de las ideas que expongo en este artículo dentro de un capítulo, así como una visión más amplia del concepto de identidad que desarrollan los coautores.
En este libro podemos encontrar una serie de ideas de transformación desde lo propio para poder encontrar las bases de educación en la identidad. Como diría José Martí, encontrar una educación como proyecto orientado a la necesidad de consolidar la independencia y liberación del hombre y mujer de Nuestra América. Estas ideas son una plataforma pedagógica para una estrategia mayor: lograr una fundamentación adecuada que garantice la realización tanto política y económica, como social y cultural del individuo en un contexto en el que se afirme lo latinoamericano en unidad. Martí insistía en que lo básico es conocer la realidad social y económica del país y actuar en educación conforme a ello. La educación debe derivar en una legítima cultura latinoamericana, por lo que en su modelo se encuentran las siguientes tres premisas:
1. América Latina está formada por nuevos pueblos.
2. Hay una naturaleza latinoamericana particular con rasgos espirituales y psicología social propias.
3. Estas particularidades exigen un análisis y soluciones propias incluyendo la esfera educacional.
La enseñanza y práctica de la Ética desempeña un rol fundamental así como el cultivo de la capacidad de amor. El alimento teorético que brindan ideas filosóficas como las del peruano José Carlos Mariátegui o Adolfo Sánchez Vázquez crea una tensión entre pensamiento y realidad. La falta de aplicación y ejercicio de estas habilidades de pensamiento crítico en la educación, nos ha llevado hacia una falta de compromiso por la igualdad de los pueblos al no considerar el concepto de democracia, por lo menos desde la perspectiva que se propone desde el Sur y no desde la actual concepción en la que democracia es igual a una economía de mercado. Esta filosofía comprometida, como la denominaría Leopoldo Zea, con su realidad hace un llamado a la acción, para cambiar la situación en la que en determinado momento se encuentra la sociedad y cada ser humano. Por su parte tenemos la voz de José Martí que insiste en crear, en pensar con fundamento y sentido propio. Martí expresaba que las universidades en Latinoamérica habían fracasado porque no enseñaron “lo rudimentario” del arte del gobierno, es decir, “el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América”. No es lo que se ha dado hasta la fecha en que instrucción es lo mismo que educación y que se relaciona con el sentido utilitarista que da a la educación la sociedad capitalista. En cambio, la formación de una persona íntegra se llega a dar a través de una formación integral en la que no sólo se eduque la inteligencia, sino que también en lo afectivo, ético y estético.
Conformar a partir de lo autóctono de corrientes de pensamiento y modelos de desarrollo propios. Solamente así podemos combatir al pensamiento único es impuesto por los medios masivos de comunicación y por el sistema que no respeta al otro y que atenta contra la autodeterminación de los pueblos. El sistema actual busca por todos los medios posibles, incluso en la educación, el mantener desunida a los pueblos que margina para el beneficio de 5% de la población mundial. Por lo tanto, retomar una perspectiva que integre el pensamiento crítico que brinda la filosofía en la formación de una persona íntegra abre un terreno fértil para alimentar alternativas para la integración latinoamericana, o consolidar o perfeccionar aquellas que el Sur ya está gestando desde Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Asimismo, una alternativa educativa que haga a los niños y jóvenes comprender la importancia de la integración Latinoamericana en la esfera socio-política, económica y cultural requiere de los postulados martianos que se encuentran presentes en su obra La Edad de Oro y otros, y que son: enseñar a pensar enseñando todos los aspectos del pensamiento humano en cada problema, buscando siempre un balance entre las demás áreas del saber y la formación humanística que conduce a comprender ampliamente nuestra situación y ubicación dentro de un grupo humano, y por último, entender que la educación no debe ser marginadora, sino despertar al individuo para los grandes logros definidos por su conciencia social y no por su individualismo.
*Filósofa
luciaar@gmail.com
Fuente: La Jornada Morelos
En la crisis global actual que ha provocado el capitalismo agresivo, Latinoamérica enfrenta problemas no sólo económicos y político, sino sociales, uno de ellos se encuentra en la esfera de la educación con las reformas educativas neoliberales que ven a la escuela como una fábrica y a los niños y jóvenes como productos en serie al servicio de los caprichos del mercado y los dueños del capital. Estas reformas, como la que se gestó en este sexenio en México, la Reforma Integral a la Educación Media Superior (RIEMS), giran en torno a una visión empresarial de la educación eliminando del currículum las materias de humanidades, como la filosofía, e imponiendo un currículum oculto que permite la perpetuación de las desigualdades sociales y de la obediencia. La formación de personas íntegras que colaboren en la integración latinoamericana es un objetivo a alcanzar en un plan educativo que integre la filosofía como germen del pensamiento crítico sobre la problemática socio-política del neoliberalismo y la crisis económica del capitalismo. La filosofía por sí misma es revolucionaria si tiene una la función de educar para la libertad, entonces se convierte en una rama de la Humanidades Populares. Una escuela con esta visión podrá decir que ha cumplido con la tarea pendiente de emancipación de los pueblos Latinoamericanos del neo-colonianismo en el que los tienen sometidos los países desarrollados que los empobrecen. Sin embargo, ocurre todo lo contrario, los nuevos planes de estudio y reformas educativas que se han aceptado sin chistar en el continente han eliminado las materias de humanidades, en específico a la filosofía e impregnado una esencia de fábrica para la escuela.
La tendencia que describimos es parte de una reforma neoliberal proveniente del plan Bolonia y el Proyecto Tuning para América Latina, frente a los cuáles se ha protestado, incluso en sus países de diseño con la consigna “Sin filosofía, la escuela se vacía”. Estos planes buscan eliminar el pensamiento crítico en la juventud y provocar una inserción inmediata al campo laboral en general y en específico para que los habitantes del denominado “Tercer Mundo” sigan entregando sus recursos naturales y sus vidas a los países del norte. Este proceso responde a una visión tecnócrata y capitalista de la educación que no ve en los jóvenes más que una fuerza laboral, por lo que ahora se dice “educaremos por competencias”. Terrible error el que se está cometiendo para mantener un régimen de explotación y fomentar un culto ciego a la técnica, incluso a la ciencia para obtener progreso y oponerlo a cualquier intento de lucha social o de protección al ambiente. Esta idea de mercantilizar todo, hasta a la educación y hacer del capital, el centro de todo estímulo, provoca una marginación ajena a la solidaridad.
Tras la reflexión anterior se requiere emprender una tarea esencial en América Latina, esta es, redefinir el concepto de “Nuestra América” y otro modelo educativo que sea humano, que encuentre un equilibrio entre lo tecnocientífico y la racionalidad, que forme en la resistencia a personas capaces de una transformación económica, política y social regional.
Uno de los esfuerzos de transformación se está gestando desde el sur, a través de la encomiable tarea que realizan desde Chile jóvenes conectados con sus pares en los demás pueblos americanos, es la Academia Libre y Popular Latinoamericana de Humanidades, coordinada por Ismael Cáceres, en donde se desarrollan diversos proyectos que podríamos llamar “Universidad del Pueblo”, ya que se realizan diversas actividades, entre ellas, la publicación de libros y revistas en los que participan instituciones y autores a lo largo de Latinoamérica. Uno de estos proyectos es el libro Identidad ¿Latinoaméricana?, disponible gratuitamente en http://academialibre.wix.com/humanidades#!descargar en donde podemos encontrar el desarrollo completo de las ideas que expongo en este artículo dentro de un capítulo, así como una visión más amplia del concepto de identidad que desarrollan los coautores.
En este libro podemos encontrar una serie de ideas de transformación desde lo propio para poder encontrar las bases de educación en la identidad. Como diría José Martí, encontrar una educación como proyecto orientado a la necesidad de consolidar la independencia y liberación del hombre y mujer de Nuestra América. Estas ideas son una plataforma pedagógica para una estrategia mayor: lograr una fundamentación adecuada que garantice la realización tanto política y económica, como social y cultural del individuo en un contexto en el que se afirme lo latinoamericano en unidad. Martí insistía en que lo básico es conocer la realidad social y económica del país y actuar en educación conforme a ello. La educación debe derivar en una legítima cultura latinoamericana, por lo que en su modelo se encuentran las siguientes tres premisas:
1. América Latina está formada por nuevos pueblos.
2. Hay una naturaleza latinoamericana particular con rasgos espirituales y psicología social propias.
3. Estas particularidades exigen un análisis y soluciones propias incluyendo la esfera educacional.
La enseñanza y práctica de la Ética desempeña un rol fundamental así como el cultivo de la capacidad de amor. El alimento teorético que brindan ideas filosóficas como las del peruano José Carlos Mariátegui o Adolfo Sánchez Vázquez crea una tensión entre pensamiento y realidad. La falta de aplicación y ejercicio de estas habilidades de pensamiento crítico en la educación, nos ha llevado hacia una falta de compromiso por la igualdad de los pueblos al no considerar el concepto de democracia, por lo menos desde la perspectiva que se propone desde el Sur y no desde la actual concepción en la que democracia es igual a una economía de mercado. Esta filosofía comprometida, como la denominaría Leopoldo Zea, con su realidad hace un llamado a la acción, para cambiar la situación en la que en determinado momento se encuentra la sociedad y cada ser humano. Por su parte tenemos la voz de José Martí que insiste en crear, en pensar con fundamento y sentido propio. Martí expresaba que las universidades en Latinoamérica habían fracasado porque no enseñaron “lo rudimentario” del arte del gobierno, es decir, “el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América”. No es lo que se ha dado hasta la fecha en que instrucción es lo mismo que educación y que se relaciona con el sentido utilitarista que da a la educación la sociedad capitalista. En cambio, la formación de una persona íntegra se llega a dar a través de una formación integral en la que no sólo se eduque la inteligencia, sino que también en lo afectivo, ético y estético.
Conformar a partir de lo autóctono de corrientes de pensamiento y modelos de desarrollo propios. Solamente así podemos combatir al pensamiento único es impuesto por los medios masivos de comunicación y por el sistema que no respeta al otro y que atenta contra la autodeterminación de los pueblos. El sistema actual busca por todos los medios posibles, incluso en la educación, el mantener desunida a los pueblos que margina para el beneficio de 5% de la población mundial. Por lo tanto, retomar una perspectiva que integre el pensamiento crítico que brinda la filosofía en la formación de una persona íntegra abre un terreno fértil para alimentar alternativas para la integración latinoamericana, o consolidar o perfeccionar aquellas que el Sur ya está gestando desde Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Asimismo, una alternativa educativa que haga a los niños y jóvenes comprender la importancia de la integración Latinoamericana en la esfera socio-política, económica y cultural requiere de los postulados martianos que se encuentran presentes en su obra La Edad de Oro y otros, y que son: enseñar a pensar enseñando todos los aspectos del pensamiento humano en cada problema, buscando siempre un balance entre las demás áreas del saber y la formación humanística que conduce a comprender ampliamente nuestra situación y ubicación dentro de un grupo humano, y por último, entender que la educación no debe ser marginadora, sino despertar al individuo para los grandes logros definidos por su conciencia social y no por su individualismo.
*Filósofa
luciaar@gmail.com
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