miércoles, 8 de agosto de 2012

¿HAY DEMOCRACIA EN MÉXICO? La importancia y profundidad de la lucha por la democratización de los medios masivos de comunicación.

(4) de la serie
¿HAY DEMOCRACIA EN MÉXICO?
La importancia y profundidad de la lucha por la democratización de los medios masivos de comunicación.
Por Gabriel Vargas Lozano

Desde sus inicios, el movimiento “#YoSoy132” ubicó como uno de sus objetivos principales la lucha por la democratización de los medios de comunicación. Esta lucha ha tenido, recientemente, una importante expresión a través de la “toma virtual” de las instalaciones de Televisa ubicadas en la calle de Chapultepec de la Ciudad de México, del jueves 26 al viernes 27 de julio, hecho que fue explicado a través de un escrito publicado por La Jornada (sábado 28 de julio). En ese documento se expone, entre otras cosas, la forma en que el gobierno y su partido (el PRI) establecieron, desde la década de los cincuenta, una alianza con Emilio Azcárraga Vidaurreta, para controlar la información que se difundía a través de sus empresas de radio y televisión y que ha continuado hasta la actualidad mediante los acuerdos entre Azcárraga Jean y Enrique Peña Nieto.
Aquí encontramos una primera razón de la importancia de la lucha por la democratización de los medios masivos de comunicación: durante décadas, los medios estuvieron controlados por el gobierno y dicha empresa impidiendo en forma arbitraria que los ciudadanos tuvieran a su disposición las informaciones necesarias para formarse un criterio propio.
A pesar de lo anterior, en el sector de la prensa escrita pudieron ver la luz pública algunos periódicos y revistas críticos como la revista Política dirigida por Manuel Marcué Pardiñas, quien terminó en prisión a causa de la represión del movimiento de 1968 y el periódico Excélsior dirigido por Julio Scherer, quien fue finalmente expulsado de la dirección del periódico mediante una estrategia planeada desde la presidencia de la República a cargo de Luis Echeverría Álvarez. Hoy se ha abierto un poco más el espectro con periódicos como La Jornada y revistas como Proceso, sin embargo, en los sectores del radio y la televisión se mantiene un fuerte control y las voces críticas prácticamente se reducen a Carmen Aristegui en el radio.
En lo que se refiere al radio y la televisión, todo mundo sabe lo que ha pasado: el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, otorgó las principales concesiones a dos grupos: el presidido por Salinas (TV Azteca) y el presidido por Azcárraga Jean (televisa) y para que esta medida tuviera el efecto deseado, los medios oficiales disminuyeron y mediatizaron su intervención.
Aquí encontramos la segunda gran causa de la importancia del movimiento democratizador. En virtud de que la mayoría de los mexicanos comenzaron a informarse a través de la radio y la televisión en forma preferente, estos medios se convirtieron en la forma privilegiada para la manipulación de la opinión pública y por tanto, en la pieza clave para lograr el poder político.
La disminución de la actividad de los medios de comunicación oficiales implicó, por un lado, que se perdiera el fin social que debería tener el estado y la subordinación de éste, a los intereses de la iniciativa privada. Este hecho es muy grave debido a que mientras el Estado debería preservar su fin de servir a toda la sociedad, el único y más importante fin de las empresas privadas es, obviamente, la ganancia y por tanto, todas sus actividades están consagradas a su obtención. Es por ello que los contenidos de la televisión privada están dedicados al entretenimiento y la difusión de los valores mercantiles. El Estado, al ubicar a sus propios medios en esta dirección lo único que hizo fue profundizar el proceso de analfabetización de los mexicanos.
Pero el problema puede ser más grave, si vemos este asunto desde el punto de vista de la ciencia y en específico de la neurobiología. El poder de los medios electrónicos no proviene solamente de los fines señalados sino de la aplicación de una serie de descubrimientos científicos que han permitido que los mensajes transmitidos por la televisión penetren más en el sector de nuestras emociones y sentimientos que en el sector de la conciencia y del raciocinio. Me explicaré: la neurobiología del cerebro ha descubierto el sistema límbico que está integrado por el tálamo, hipotálamo, hipocampo, la amígdala, cuerpo calloso, septo y mesencéfalo. Su función es la integración de la memoria, los instintos sexuales, las emociones, la personalidad y la conducta. La “amígdala” está vinculada a nuestra capacidad de responder inmediatamente en forma emocional a los estímulos. Se trata de un mecanismo defensivo, muy primitivo y extraordinariamente necesario para advertir, por ejemplo, una amenaza externa a nuestra integridad personal o inclusive a la propia existencia. En ese mismo sentido, una melodía puede suscitar en nosotros estados de ánimo diferentes como los de la alegría, tristeza, euforia, tranquilidad, etcétera. Esta melodía toca nuestras fibras sensibles antes de que el cerebro acceda al proceso complejo de la conceptualización o racionalización. Por otro lado, tenemos en el cerebro otra zona denominada “hipocampo” que guarda los recuerdos de hechos que nosotros presenciamos o imágenes que son transmitidas por la televisión pero que nosotros guardamos como recuerdos propios. Todo esto ha sido estudiado con detalle por los neurobiólogos y a partir de ellos, los comunicólogos, los sociólogos y los psicólogos y han utilizado estas informaciones para manipular las capacidades naturales del individuo de manera absolutamente perversa. El ejemplo más terrible lo pone Al Gore, en su libro El asalto a la razón. Como sabemos, George W. Bush, le robó las elecciones presidenciales a Al Gore mediante maniobras fraudulentas efectuadas por su hermano que era el gobernador de Florida y que fueron legitimadas por la Suprema corte de la nación (¿les recuerda algo de lo que nos ha ocurrido a nosotros?) Y en ese libro, quien fuera Vice-Presidente de los Estados Unidos expone la forma en que el gobierno de Bush manejó, por un lado, la ignorancia de la gente fomentada por la televisión en el sentido de que Saddam Hussein no sólo había sido partícipe del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York sino que tenía armas de destrucción masiva que podían ser empleadas en contra de los ciudadanos norteamericanos. Esta manipulación del miedo que resultó ser una inmensa mentira, fue el pretexto para masacrar al pueblo de Irak y quedarse con sus yacimientos petroleros. Lo que se hizo en esa ocasión fue utilizar el miedo y provocar una reacción claramente dirigida en contra de un pueblo. Hasta aquí Al Gore.
Ahora bien, afortunadamente el pueblo mexicano no ha practicado el imperialismo, sin embargo, los grupos de poder sí han utilizado formas sicológicas que al combinarse con la desinformación y la pobreza de las mayorías, tienen un efecto dañino en muchas persona: pensemos solo en el slogan que se utilizó en el 2006, en el sentido de que “Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México lo que, afortunadamente, el propio Andrés Manuel neutralizó en la campaña electoral que acaba de terminar en su fase electoral.
Lo que ha venido a complicar las cosas para los que desean controlar la circulación de la información ha sido el uso del internet y todas sus posibilidades (correo electrónico, blogs, páginas electrónicas, facebook, tweeter, podcast, etc.) debido a que, hasta ahora, estos medios no han podido ser controlados aunque sí vigilados. Aquí desembocamos en una contradicción más del sistema: por un lado, requiere el sometimiento enajenado de los ciudadanos y por otro, necesita también vender los aparatos electrónicos y todo tipo de servicios requeridos por la comunicación actual. Esa contradicción pretende ser controlada por la famosa firma del acuerdo ACTA. Por tales motivos, la democratización de los medios masivos de comunicación es la base fundamental de la libertad ciudadana.
Todo lo anterior lleva a la necesidad de que se efectúen tres operaciones: en primer lugar, que los medios masivos de comunicación en manos privadas, se vean en la necesidad de abrir opciones para que se reflejen otras posturas científicas, políticas, filosóficas y críticas y no practiquen tan descaradamente el amordazamiento represivo de la opinión pública; en segundo lugar, la necesidad de que los medios al servicio del Estado, no se manejen como un bien privado sino como un medio a favor de la ciudadanía en general y en tercer lugar, la importancia de abrir nuevos espacios, estos sí, plenamente ciudadanos para que la gente, ahora sí, pueda elegir lo que le interese. La democratización de los medios es una de las simientes fundamentales de una democracia digna de tal nombre.

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